Introducción
El debate contemporáneo sobre la investigación social, como herramienta productora de conocimientos en el contexto de la profesión, nutre y actualiza procesos de formación profesional, al tiempo que argumenta e informa estrategias de intervención. Este debate -generado fundamentalmente en el campo académico- encuentra sus antecedentes y condiciones de posibilidad en discusiones que se vienen sucediendo en la historia de la disciplina durante los últimos cuarenta años, pudiendo situar un punto de inflexión en el Trabajo Social latinoamericano con el movimiento de Reconceptualización.
La consolidación de la producción de conocimientos a partir de la investigación social en el Trabajo Social, representa un camino repleto de contradicciones, avances y retrocesos, en el cual las argumentaciones y los diferentes significados que toma la investigación, no pueden entenderse por fuera de su contexto socio-histórico de emergencia.
Esto es así en la medida que nos situamos en una línea argumentativa donde la profesión se constituye como producto histórico, adquiriendo sentido e inteligibilidad en la historia de la sociedad de la cual es parte y expresión. Los procesos históricos imponen condicionamientos y límites al ejercicio profesional, conformando el terreno sobre el cual se gestan las alternativas de actuación, que no se traducen de modo mecánico en el ámbito profesional, sino que se encuentran sujetas a innúmeras mediaciones, que deben ser apropiadas y elaboradas por los agentes profesionales (Iamamoto, 2003:221; t.p. ), tanto en el campo de la producción intelectual como de las estrategias de acción.
La consolidación de la producción de conocimientos a partir de la investigación social en el Trabajo Social, representa un camino repleto de contradicciones, avances y retrocesos, en el cual las argumentaciones y los diferentes significados que toma la investigación, no pueden entenderse por fuera de su contexto socio-histórico de emergencia.
Esto es así en la medida que nos situamos en una línea argumentativa donde la profesión se constituye como producto histórico, adquiriendo sentido e inteligibilidad en la historia de la sociedad de la cual es parte y expresión. Los procesos históricos imponen condicionamientos y límites al ejercicio profesional, conformando el terreno sobre el cual se gestan las alternativas de actuación, que no se traducen de modo mecánico en el ámbito profesional, sino que se encuentran sujetas a innúmeras mediaciones, que deben ser apropiadas y elaboradas por los agentes profesionales (Iamamoto, 2003:221; t.p. ), tanto en el campo de la producción intelectual como de las estrategias de acción.
Por ello, comprender el debate contemporáneo de modo crítico supone historizar su desarrollo, ya que este diálogo con la historia permite desvendar sus raíces socio-históricas y situar las diferentes perspectivas teórico-políticas que lo fueron constituyendo. Para sondear someramente estas discusiones, retomaremos las reflexiones de diferentes autoras de nuestra disciplina, que defienden la importancia de la producción de conocimiento en Trabajo Social y que han influenciado decisivamente el debate en torno a ello en Argentina.
Para historizar el debate
El debate sobre la investigación y su relación con la intervención en Trabajo Social se encuentra expresado, en términos generales, en el debate sobre la relación teoría-práctica. Relación que asume una forma conflictiva que encuentra elementos explicativos en el particular desarrollo de nuestra profesión, que desde su constitución lleva como marca de origen el hecho de ser una disciplina de carácter fundamentalmente interventivo, situada en la prestación de servicios sociales dentro de instituciones particulares de política social y cuya demanda de intervención se explica no sólo por un carácter técnico especializado sino, también, por las tareas educativas, disciplinadoras, de tipo moralizador que puede desempeñar, configurándose como característica sobresaliente la de ser un profesional de la coerción y el consenso (Iamamoto, 1992).
Este debate mostrará diferentes rostros, unas veces se presentará en forma dicotómica y otras ensayará una diferente conjugación entre sus términos. Gran parte del debate se encuentra atravesado por una concepción de la relación teoría-práctica que puede sintetizarse en esta expresión: La práctica se concebía como una aplicación de la teoría, como una consecuencia, o bien al contrario, como inspiradora de la teoría, como si ella misma fuese creadora de una forma de teoría. De cualquier modo, sus relaciones se concebían bajo la forma de un proceso de totalización, tanto en un sentido como en el otro (Deleuze apud Foucault, 1995:7).
En esta búsqueda se irán complejizando los términos de la relación teoría-práctica, se explorarán y crearán nuevas dimensiones. Como expresión de esta complejización, los debates sobre el momento teórico se manifiestan a partir de interrogar la formación académica, la capacitación permanente, los estudios de postgrado, la investigación social, etc. Al mismo tiempo, el debate sobre la práctica se enunciará de diferentes modos, en tanto metodologías de intervención, estrategias de intervención o especialización del trabajo.
Este debate mostrará diferentes rostros, unas veces se presentará en forma dicotómica y otras ensayará una diferente conjugación entre sus términos. Gran parte del debate se encuentra atravesado por una concepción de la relación teoría-práctica que puede sintetizarse en esta expresión: La práctica se concebía como una aplicación de la teoría, como una consecuencia, o bien al contrario, como inspiradora de la teoría, como si ella misma fuese creadora de una forma de teoría. De cualquier modo, sus relaciones se concebían bajo la forma de un proceso de totalización, tanto en un sentido como en el otro (Deleuze apud Foucault, 1995:7).
En esta búsqueda se irán complejizando los términos de la relación teoría-práctica, se explorarán y crearán nuevas dimensiones. Como expresión de esta complejización, los debates sobre el momento teórico se manifiestan a partir de interrogar la formación académica, la capacitación permanente, los estudios de postgrado, la investigación social, etc. Al mismo tiempo, el debate sobre la práctica se enunciará de diferentes modos, en tanto metodologías de intervención, estrategias de intervención o especialización del trabajo.
Estas discusiones son momentos constitutivos, de complejización, de desarrollo, de invención de la profesión, pero no surgen como expresión lineal de un proceso de avance social y/o disciplinar, sino que, antes bien, son dinamizadas por los denominados proyectos profesionales que pluralmente se juegan en nuestra profesión.
El movimiento de Reconceptualización (movimiento crítico a lo que se denominó Servicio Social tradicional) trajo aparejado un florecimiento teórico (Moljo, 2005) para el Trabajo Social argentino: aparecieron publicaciones que dinamizaron el intercambio de producciones al interior de la disciplina; se produjeron reformulaciones en el terreno de la formación vinculadas al perfil profesional, la relación docente-alumno, la reestructuración de planes de estudio, la incorporación de nuevas lecturas, la redefinición de espacios áulicos, etcétera.
Pero el debate sobre la producción de conocimiento se expresó, sobre todo, en el debate acerca de la metodología de intervención. La dicotomía expresada en la relación teoría-práctica es abordada en diferentes propuestas metodológicas (método integral, único, básico) que intentan superar los métodos clásicos (caso social individual, servicio social de grupo, organización y desarrollo de la comunidad).
El movimiento de Reconceptualización -constitutivamente caracterizado por su diversidad-, obtuvo resultados ambiguos con respecto a esta discusión: por un lado, valorizó la formación, promovió el desarrollo teórico y reconoció las implicancias políticas de los diferentes proyectos profesionales; por el otro, fomentó el denominado metodologismo (Lima, 1977) como modo particular de conjugar la relación entre conocimiento e intervención.
Más tarde, el Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS) resituará el debate teoría-práctica en la construcción del ejercicio profesional, colocando la discusión metodológica en términos de construcción del problema objeto de intervención, donde la producción de conocimiento se fundamenta en la generación de herramientas teóricas para la intervención profesional.
El movimiento de Reconceptualización (movimiento crítico a lo que se denominó Servicio Social tradicional) trajo aparejado un florecimiento teórico (Moljo, 2005) para el Trabajo Social argentino: aparecieron publicaciones que dinamizaron el intercambio de producciones al interior de la disciplina; se produjeron reformulaciones en el terreno de la formación vinculadas al perfil profesional, la relación docente-alumno, la reestructuración de planes de estudio, la incorporación de nuevas lecturas, la redefinición de espacios áulicos, etcétera.
Pero el debate sobre la producción de conocimiento se expresó, sobre todo, en el debate acerca de la metodología de intervención. La dicotomía expresada en la relación teoría-práctica es abordada en diferentes propuestas metodológicas (método integral, único, básico) que intentan superar los métodos clásicos (caso social individual, servicio social de grupo, organización y desarrollo de la comunidad).
El movimiento de Reconceptualización -constitutivamente caracterizado por su diversidad-, obtuvo resultados ambiguos con respecto a esta discusión: por un lado, valorizó la formación, promovió el desarrollo teórico y reconoció las implicancias políticas de los diferentes proyectos profesionales; por el otro, fomentó el denominado metodologismo (Lima, 1977) como modo particular de conjugar la relación entre conocimiento e intervención.
Más tarde, el Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS) resituará el debate teoría-práctica en la construcción del ejercicio profesional, colocando la discusión metodológica en términos de construcción del problema objeto de intervención, donde la producción de conocimiento se fundamenta en la generación de herramientas teóricas para la intervención profesional.
Vale decir que, sin embargo, en las elaboraciones y reflexiones desarrolladas en el CELATS, la relación teoría-práctica no se restringe al debate metodológico, sino que se resignifica, complejiza y redimensiona. La investigación social es presentada como un proceso de construcción de teoría, de herramientas teóricas para subsidiar la formación profesional, la capacitación continua, y la ahora denominada estrategia profesional. De modo que la relación teoría-práctica no expresa una relación inmediata, sino que la elaboración teórica supone una práctica particular como la investigación, como forma particular de adquirir y producir conocimiento [que] supone un proceso metódicamente organizado para elaborar conocimiento científico (CELATS, 1987:27). En efecto, se crea un Área de Investigaciones encargada de desarrollar estudios desde la profesión acerca de los sujetos con los que interviene, los contextos socio-institucionales donde ejerce, las experiencias asociativas y la historia profesional en el continente.
En Argentina, la dictadura militar instaurada en 1976 coartó el desarrollo socio histórico de la Reconceptualización, a partir de cancelar las bases socio-políticas que la alimentaban. De modo sintético, puede decirse que se abrió un ciclo de dictaduras militares en el Cono Sur conformando estados de excepción que mediatizaron el desarrollo de esa transición histórica-mundial del capitalismo a los territorios continentales.
Las dictaduras consiguieron victorias decisivas: a) garantizar la recomposición del capital en la periferia en su faceta neoliberal -son emblemáticos los ejemplos de Chile (Anderson, 1995) y Argentina (Basualdo, 2002)-, consolidando el rol central de los monopolios como actores político-económicos en la definición de la economía nacional y en la integración internacional; y b) la derrota de diferentes estrategias de transformación propuestas en el continente, armadas o pacíficas, que provocará una grave desarticulación social y la desagregación de una parte mayor de las identidades políticas que en décadas anteriores habían cuestionado, con mayor o menor radicalidad, los proyectos conservadores y neo-coloniales (Argumedo, 1996:64).
En Argentina, la dictadura militar instaurada en 1976 coartó el desarrollo socio histórico de la Reconceptualización, a partir de cancelar las bases socio-políticas que la alimentaban. De modo sintético, puede decirse que se abrió un ciclo de dictaduras militares en el Cono Sur conformando estados de excepción que mediatizaron el desarrollo de esa transición histórica-mundial del capitalismo a los territorios continentales.
Las dictaduras consiguieron victorias decisivas: a) garantizar la recomposición del capital en la periferia en su faceta neoliberal -son emblemáticos los ejemplos de Chile (Anderson, 1995) y Argentina (Basualdo, 2002)-, consolidando el rol central de los monopolios como actores político-económicos en la definición de la economía nacional y en la integración internacional; y b) la derrota de diferentes estrategias de transformación propuestas en el continente, armadas o pacíficas, que provocará una grave desarticulación social y la desagregación de una parte mayor de las identidades políticas que en décadas anteriores habían cuestionado, con mayor o menor radicalidad, los proyectos conservadores y neo-coloniales (Argumedo, 1996:64).
El proceso de cambio profundamente regresivo que representó la dictadura de 1976, se expresó en la profesión, donde se desestructuró la Asociación de Escuelas de Trabajo Social, se cerró gran parte de los centros de formación, y se intervinieron escuelas con la consecuente reformulación de sus planes de estudio. La muerte, el exilio, los despedidos o cesantías, la prohibición de libros, etc., marcaron la historia de cada organización institucional de formación y el entramado académico que había sido construido, creando un conjunto de situaciones que implicaban una regresión a posiciones conservadoras en la profesión (De Jong, 2005).
En el escenario socio-político pos dictatorial, inaugurado por la transición democrática, el debate sobre la relación entre Trabajo Social y producción de conocimiento volverá a plantearse en términos dicotómicos, lo cual se constituye en un obstáculo epistemológico (Rozas, 1996) que debilita aún más las condiciones de producción de conocimiento en la profesión.
El planteo de este debate en términos dicotómicos se debe sobre todo a que, la salida de la dictadura nos enfrentó a la urgencia por la refundación de la formación profesional devastada durante aquellos años, cuestión que hubimos de encarar con las herramientas conceptuales y metodológicas de que disponíamos, y particularmente haciendo valer la voluntad política por reinscribir la profesión () la mirada estaba puesta en la dimensión de la intervención, en la que la producción de conocimiento aparecía como algo confuso imbuido de resabios reduccionistas que, en términos teóricos, nos había dejado una tendencia del movimiento de Reconceptualización (Cazzaniga, 2009:15).
En el escenario socio-político pos dictatorial, inaugurado por la transición democrática, el debate sobre la relación entre Trabajo Social y producción de conocimiento volverá a plantearse en términos dicotómicos, lo cual se constituye en un obstáculo epistemológico (Rozas, 1996) que debilita aún más las condiciones de producción de conocimiento en la profesión.
El planteo de este debate en términos dicotómicos se debe sobre todo a que, la salida de la dictadura nos enfrentó a la urgencia por la refundación de la formación profesional devastada durante aquellos años, cuestión que hubimos de encarar con las herramientas conceptuales y metodológicas de que disponíamos, y particularmente haciendo valer la voluntad política por reinscribir la profesión () la mirada estaba puesta en la dimensión de la intervención, en la que la producción de conocimiento aparecía como algo confuso imbuido de resabios reduccionistas que, en términos teóricos, nos había dejado una tendencia del movimiento de Reconceptualización (Cazzaniga, 2009:15).
En este contexto de desagregación profesional, que atraviesa los años 80 y parte de los 90, se inscribirán las búsquedas desarrolladas por la Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social (FAUATS) en su intento de refundación académica, que ubica como uno de los problemas la persistencia de la relación teoría-práctica planteada desde una matriz instrumental (FAUATS, 2007:58). Precisamente, el desarrollo de este proceso de elaboración, que expresa los debates profesionales, encuentra un lugar de impulso y condensación en la FAUATS, como ámbito nacional de discusión sobre formación académica en Trabajo Social.
La FAUATS es un escenario fundamental que en gran medida marca los tiempos del debate contemporáneo sobre la formación académica en nuestro país. Será, entonces, un condicionante nodal de la emergencia de reflexiones, posiciones, hipótesis, matrices de pensamiento, que informan el debate sobre la formación profesional en general y sobre la investigación en particular.
Entrados los 90, cuando el debate de la formación profesional en la Universidad Argentina se desarrollaba en el escenario delimitado por la Ley de Educación Superior, Rozas (1996) planteaba tres grandes posiciones para situar los debates al interior de la profesión sobre la investigación y la producción de conocimiento.
La FAUATS es un escenario fundamental que en gran medida marca los tiempos del debate contemporáneo sobre la formación académica en nuestro país. Será, entonces, un condicionante nodal de la emergencia de reflexiones, posiciones, hipótesis, matrices de pensamiento, que informan el debate sobre la formación profesional en general y sobre la investigación en particular.
Entrados los 90, cuando el debate de la formación profesional en la Universidad Argentina se desarrollaba en el escenario delimitado por la Ley de Educación Superior, Rozas (1996) planteaba tres grandes posiciones para situar los debates al interior de la profesión sobre la investigación y la producción de conocimiento.
En primer lugar, la crítica a los programas de post-graduación y de investigación, considerados de carácter academicista y de incorporación a la lógica neoliberal. En esta posición parecían coincidir tanto aquellas posturas practicistas/voluntaristas que reniegan de la teoría, como los sectores críticos al programa neoliberal.
En segundo lugar, aquellos que desde una mirada pragmática y tecnocrática, retomaban las funciones propuestas por los organismos internacionales que planteaban un modelo de técnicos sociales.
Por último, una postura iniciada en la década del 80, que intentaba establecer la necesidad de transitar un camino de rigurosidad en el desarrollo de la disciplina. Es a partir de ello que se sostenía la incorporación de la investigación para la producción de conocimiento y la alta calificación profesional.
Entendemos que el debate contemporáneo sobre la producción de conocimiento en la profesión se sitúa en la perspectiva abierta por esta tercera posición. Ésta abre un horizonte que supera la visión dicotómica teoría-práctica y coloca la posibilidad de que investigación e intervención se articulen a partir de sus diferencias, al plantear que la investigación social, como herramienta de producción de conocimiento, aporta a la explicación del contexto social y al desarrollo de la intervención (Rozas, 1996).
Sobre esta perspectiva, se abre la posibilidad de un nuevo diálogo con las ciencias sociales: Nuestra posición es la necesidad de una fuerte inscripción en las Ciencias Sociales, como condición del desarrollo de la especificidad profesional, siendo la producción de conocimiento el modo de filiación de nuestra profesión en las Ciencias Sociales (FAUATS, 1996:89).
Sin embargo, esta perspectiva encontrará una serie de obstáculos. Por un lado, las condiciones institucionales o, en otras palabras, los déficits ubicados en el plano de la investigación: currículas que no contemplan la asignatura Investigación Social; falta de información acerca de los organismos autorizados para aprobar, evaluar y financiar proyectos; la modalidad de inserción de las Escuelas de Trabajo Social en el campo universitario, que ingresan posicionadas en una relación asimétrica (FAUATS, 1996).
En segundo lugar, aquellos que desde una mirada pragmática y tecnocrática, retomaban las funciones propuestas por los organismos internacionales que planteaban un modelo de técnicos sociales.
Por último, una postura iniciada en la década del 80, que intentaba establecer la necesidad de transitar un camino de rigurosidad en el desarrollo de la disciplina. Es a partir de ello que se sostenía la incorporación de la investigación para la producción de conocimiento y la alta calificación profesional.
Entendemos que el debate contemporáneo sobre la producción de conocimiento en la profesión se sitúa en la perspectiva abierta por esta tercera posición. Ésta abre un horizonte que supera la visión dicotómica teoría-práctica y coloca la posibilidad de que investigación e intervención se articulen a partir de sus diferencias, al plantear que la investigación social, como herramienta de producción de conocimiento, aporta a la explicación del contexto social y al desarrollo de la intervención (Rozas, 1996).
Sobre esta perspectiva, se abre la posibilidad de un nuevo diálogo con las ciencias sociales: Nuestra posición es la necesidad de una fuerte inscripción en las Ciencias Sociales, como condición del desarrollo de la especificidad profesional, siendo la producción de conocimiento el modo de filiación de nuestra profesión en las Ciencias Sociales (FAUATS, 1996:89).
Sin embargo, esta perspectiva encontrará una serie de obstáculos. Por un lado, las condiciones institucionales o, en otras palabras, los déficits ubicados en el plano de la investigación: currículas que no contemplan la asignatura Investigación Social; falta de información acerca de los organismos autorizados para aprobar, evaluar y financiar proyectos; la modalidad de inserción de las Escuelas de Trabajo Social en el campo universitario, que ingresan posicionadas en una relación asimétrica (FAUATS, 1996).
Por otro lado, una perspectiva teórico-epistemológica que surge de pensar en términos dicotómicos la relación entre producción de conocimiento e intervención profesional. De aquí se desprende un enfoque que plantea una relación de externalidad entre producción de conocimiento y realidad social. Se configura una mirada excluyente, de carácter mecanicista, que establece dos límites: no permite comprender la relación entre estructura y proceso y, además, no coloca la práctica social como objeto de reflexión (FAUATS, 1996).
Por esto, entendemos que las diferentes propuestas que asumen el desafío de resignificar la producción de conocimiento en la profesión, parten de la necesidad de superar las miradas mecanicistas, tomando como fundamento que la vida social es producto de la acción de los sujetos y, en esa medida, tanto la conciencia como la voluntad de los hombres son factores decisivos (aunque no absolutos) en la construcción de las estructuras y la objetividad social (Coutinho, 1996:104; t.p.).
Por esto, entendemos que las diferentes propuestas que asumen el desafío de resignificar la producción de conocimiento en la profesión, parten de la necesidad de superar las miradas mecanicistas, tomando como fundamento que la vida social es producto de la acción de los sujetos y, en esa medida, tanto la conciencia como la voluntad de los hombres son factores decisivos (aunque no absolutos) en la construcción de las estructuras y la objetividad social (Coutinho, 1996:104; t.p.).
La construcción de otras marcas en la disciplina
En los trabajos de Susana Cazzaniga, el debate contemporáneo, impulsado por las urgencias sociales, se abre con la necesidad de superar marcas de origen que constituyen la disciplina, fundamentalmente la perspectiva epistemológica que considera la relación Sujeto/Objeto en términos duales, una mirada que plantea la externalidad entre ambas dimensiones y que sugiere una relación instrumental entre teoría y práctica, donde la producción de conocimientos se plantea en términos de su aplicabilidad (Cazzaniga, 2007).
A partir de ello, plantea la necesidad de nuevos modos de conexión -en su diferencia- entre teoría y práctica, expresando que se constituyen mutuamente, ya que es cuando las prácticas son teorizadas que encuentran sentido, y es siendo practicadas que las teorías tienen importancia social, histórica [además] la práctica del hombre representa un diálogo con la realidad cargado de presupuestos (supuestos básicos subyacentes) (Cazzaniga, 2007:18) .
Propone entonces otra concepción epistemológica, que considera la teoría como caja de herramientas y que sostiene que la producción de conocimientos se da en diálogo con la misma empiria . Desde aquí, planteará la producción de conocimientos como condición necesaria para la construcción y consolidación de la profesión, que la autora denomina campo disciplinar: todo campo disciplinar se construye en torno a un conjunto de problemas e interrogantes acerca de ciertos aspectos de la realidad sobre los que existe pretensión de comprensión-explicación-denominación-transformación (Cazzaniga, 2007:55).
A partir de ello, plantea la necesidad de nuevos modos de conexión -en su diferencia- entre teoría y práctica, expresando que se constituyen mutuamente, ya que es cuando las prácticas son teorizadas que encuentran sentido, y es siendo practicadas que las teorías tienen importancia social, histórica [además] la práctica del hombre representa un diálogo con la realidad cargado de presupuestos (supuestos básicos subyacentes) (Cazzaniga, 2007:18) .
Propone entonces otra concepción epistemológica, que considera la teoría como caja de herramientas y que sostiene que la producción de conocimientos se da en diálogo con la misma empiria . Desde aquí, planteará la producción de conocimientos como condición necesaria para la construcción y consolidación de la profesión, que la autora denomina campo disciplinar: todo campo disciplinar se construye en torno a un conjunto de problemas e interrogantes acerca de ciertos aspectos de la realidad sobre los que existe pretensión de comprensión-explicación-denominación-transformación (Cazzaniga, 2007:55).
En el caso del Trabajo Social, adquiere significación la cuestión social, ya que la emergencia de la profesión en la sociedad capitalista se configura como un dispositivo para intervenir sobre las fisuras originadas por las condiciones de desigualdad estructurantes de ese mismo sistema (Cazzaniga, 2007:56). Esta dinámica coloca al campo en la exigencia de permanentes reflexiones epistemológicas, teóricas, éticas y políticas, donde la formación de los/las profesionales toma máxima relevancia, ya que de ellos depende la reproducción disciplinar y su legitimación social (Cazzaniga, 2007:56).
Desde esta idea de campo, la construcción de la disciplina supone una lucha por la instalación de significados, configurándose en una arena de disputa donde pugnan diferentes posiciones que intentan imponer su pretensión de verdad en torno a los objetos que se construyen y acerca de los modos considerados válidos para lograrlo (Cazzaniga, 2007:57).
Desde esta idea de campo, la construcción de la disciplina supone una lucha por la instalación de significados, configurándose en una arena de disputa donde pugnan diferentes posiciones que intentan imponer su pretensión de verdad en torno a los objetos que se construyen y acerca de los modos considerados válidos para lograrlo (Cazzaniga, 2007:57).
Reconociendo el conflicto existente, la autora asume una posición a favor de la necesidad del pluralismo teórico-epistemológico para pensar la formación y la producción de conocimiento, cuando señala la imposibilidad de formar profesionales críticos impidiendo conocer a los estudiantes las diferentes lógicas de construcción de las diferentes perspectivas epistemológicas y teóricas que circulan (Cazzaniga, 2007:61).
Sostiene, por ello, la necesidad de repensar y renovar herramientas conceptuales, a partir de la producción de conocimiento frente a nuevas coyunturas sociales; la apuesta a un debate sobre argumentos que permita compartir diferencias y coincidencias que nos sitúen en un escenario más amplio de comprensión y análisis; la pertinencia de reconocer el conflicto como potenciador de toda construcción.
En los trabajos de la autora, la impronta de lo político, en sus múltiples formas, configura una dimensión constitutiva de los procesos de producción de conocimiento, sobre todo cuando estos procesos en el campo académico se inscriben y se encuentran atravesados por proyectos de formación académica que imprimen direccionalidad ideológica, epistemológica y teórica a la formación, los dispositivos pedagógicos y la prácticas de investigación (Cazzaniga, 2007:15).
Sostiene, por ello, la necesidad de repensar y renovar herramientas conceptuales, a partir de la producción de conocimiento frente a nuevas coyunturas sociales; la apuesta a un debate sobre argumentos que permita compartir diferencias y coincidencias que nos sitúen en un escenario más amplio de comprensión y análisis; la pertinencia de reconocer el conflicto como potenciador de toda construcción.
En los trabajos de la autora, la impronta de lo político, en sus múltiples formas, configura una dimensión constitutiva de los procesos de producción de conocimiento, sobre todo cuando estos procesos en el campo académico se inscriben y se encuentran atravesados por proyectos de formación académica que imprimen direccionalidad ideológica, epistemológica y teórica a la formación, los dispositivos pedagógicos y la prácticas de investigación (Cazzaniga, 2007:15).
El pensamiento de la autora anuda la producción de conocimiento y la dimensión política como relación indisociable, mutuamente constitutiva, de modo que en su perspectiva esta relación constituye un soporte epistémico. Para Cazzaniga, la investigación social es un recurso necesario para la construcción disciplinar, ya que contribuye a la argumentación de la propia intervención profesional y permite el posicionamiento crítico de sus agentes, aportando a su vez a la teoría social (2007:66).
La producción de conocimiento vía la investigación social permite, pues: a) desmontar la construcción de la impronta que ubica a la disciplina en el lugar de mera ejecución técnica; b) dialogar con la intervención profesional como dos dimensiones susceptibles de retroalimentarse desde sus especificidades; c) crear un cuerpo de categorías que le permita al Trabajo Social sostener una mirada propia, dialogando con otras disciplinas de lo social, para promover su inscripción en las ciencias sociales desde una posición no subalterna. Finalmente, la producción de conocimientos (en sus diferentes formas) [se constituye en un] imperativo ético no sólo para otorgar mayor jerarquía al oficio, sino porque las urgencias de este momento histórico y los desgarramientos sociales a los que asistimos así lo exigen (Cazzaniga, 2007:45 y 2009:14).
La producción de conocimiento vía la investigación social permite, pues: a) desmontar la construcción de la impronta que ubica a la disciplina en el lugar de mera ejecución técnica; b) dialogar con la intervención profesional como dos dimensiones susceptibles de retroalimentarse desde sus especificidades; c) crear un cuerpo de categorías que le permita al Trabajo Social sostener una mirada propia, dialogando con otras disciplinas de lo social, para promover su inscripción en las ciencias sociales desde una posición no subalterna. Finalmente, la producción de conocimientos (en sus diferentes formas) [se constituye en un] imperativo ético no sólo para otorgar mayor jerarquía al oficio, sino porque las urgencias de este momento histórico y los desgarramientos sociales a los que asistimos así lo exigen (Cazzaniga, 2007:45 y 2009:14).
La construcción del campo problemático
En Una perspectiva teórico-metodológica de la intervención en Trabajo Social (1998), Margarita Rozas situará la relación entre producción de conocimiento e intervención profesional en el marco de la propuesta de construcción del Objeto de Intervención, planteando la relación teoría-práctica dentro del contexto de estructuración del proceso metodológico.
Dirá que la construcción del objeto de intervención (u objetos de intervención) es teórico-práctica y producto de procesos particulares. Estas construcciones, que otorgan sentido a la intervención profesional, se realizan a partir de las problemáticas que expresan las distintas necesidades sociales de los sujetos.
Esta reflexión muestra la emergencia de un enfoque que propone una relación teoría-práctica tendiente a corregir las desviaciones de la práctica profesional como el activismo y el burocratismo, así como superar la indefinición y la ambigüedad profesional por el precario desarrollo técnico científico. En este marco, se propone realizar una reflexión crítica sobre las modalidades de conocer y actuar tradicionales (Campana y Garma, 2006).
El proceso metodológico organiza y predispone la producción de conocimientos en función de la estrategia de intervención profesional, a partir de que la delimitación del objeto de intervención guía la preocupación por la producción de conocimiento.
Dirá que la construcción del objeto de intervención (u objetos de intervención) es teórico-práctica y producto de procesos particulares. Estas construcciones, que otorgan sentido a la intervención profesional, se realizan a partir de las problemáticas que expresan las distintas necesidades sociales de los sujetos.
Esta reflexión muestra la emergencia de un enfoque que propone una relación teoría-práctica tendiente a corregir las desviaciones de la práctica profesional como el activismo y el burocratismo, así como superar la indefinición y la ambigüedad profesional por el precario desarrollo técnico científico. En este marco, se propone realizar una reflexión crítica sobre las modalidades de conocer y actuar tradicionales (Campana y Garma, 2006).
El proceso metodológico organiza y predispone la producción de conocimientos en función de la estrategia de intervención profesional, a partir de que la delimitación del objeto de intervención guía la preocupación por la producción de conocimiento.
En La intervención profesional en relación con la cuestión social. El caso del Trabajo Social (2001), Rozas realiza un desplazamiento para pensar la intervención profesional: de la construcción del Objeto de Intervención a la construcción del campo problemático.
Este concepto es construido a partir de las reflexiones de Pierre Bourdieu, para quien la constitución de un campo supone la existencia de un capital común y de la lucha por su apropiación, donde los que participan en él desarrollan un sentido de la complicidad, mas allá de sus diferencias y antagonismos. Por ello, intervenir en la lucha contribuye a la reproducción del juego. Sobre esa compatibilidad básica se construyen concepciones enfrentadas los campos son sistemas predeterminados de posiciones que los agentes ocupan según sus hábitus. Hábitus se refiere a un sistema de disposiciones socialmente constituida que, en tanto estructuras estructuradas y estructurantes, son el principio generador unificador del conjunto de prácticas (Bourdieu apud Rozas, 2001:233).
Sin embargo, esta recuperación de Bourdieu va acompañada de una crítica. Según Rozas, ese concepto tiene una limitación cuando hace referencia a la autonomía, ya que los considera estructuras previamente determinadas, que son ocupadas por los agentes. Para Rozas, esta prefiguración anterior de posiciones reafirma una perspectiva estática de los procesos sociales en los cuales el sujeto es un agente pasivo.
La cuestión social es la dimensión principal que atraviesa y estructura el campo problemático de la profesión. Así, el concepto de intervención, definido en los términos de campo problemático, abarcará los procesos generales que adquieren particularidad en tanto están referidos a las manifestaciones de la cuestión social, que se expresa en la práctica cotidiana de los sujetos (Rozas, 2001:234).
Esta perspectiva de campo enmarca las relaciones entre sujetos, instituciones y saber profesional, donde la centralidad de la cuestión social implica direccionar los diferentes enfoques teóricos hacia su comprensión, a la vez que direccionar la intervención hacia la comprensión de la cuestión social (Rozas, 2001).
Como expresa la autora, la perspectiva teórica que desarrollamos para la comprensión de la intervención profesional en tanto campo problemático, sienta las bases de la cuestión social como apropiación teórica de la realidad. En tanto tal, no existe una lógica interna que se formalice en una metodología de intervención o en la formalización de modelos de intervención que puedan ser aplicados; su efectividad no depende de la adecuada aplicación de dichas teorías en la medida en que existe una apropiación fiel de la realidad se pueden establecer procedimientos operativos que faciliten la intervención profesional la preocupación por racionalizar o normativizar la intervención a partir de metodologías formalizadas sin el contexto de aplicación no aporta a la comprensión del campo problemático (Rozas, 2001:114).
Aquí queda explicitada la relevancia y el lugar que toma la producción de conocimiento en la perspectiva del campo problemático con relación a la propuesta del Objeto de Intervención: aquí el énfasis no recae sobre lo tecnológico o sobre la formalización de modelos sino, antes bien, sobre la importancia de que las herramientas operativas se inscriban y fundamenten en una perspectiva teórica que haga a la comprensión del campo problemático o que la intervención se constituya a partir de una comprensión crítica e histórica de la cuestión social.
Este concepto es construido a partir de las reflexiones de Pierre Bourdieu, para quien la constitución de un campo supone la existencia de un capital común y de la lucha por su apropiación, donde los que participan en él desarrollan un sentido de la complicidad, mas allá de sus diferencias y antagonismos. Por ello, intervenir en la lucha contribuye a la reproducción del juego. Sobre esa compatibilidad básica se construyen concepciones enfrentadas los campos son sistemas predeterminados de posiciones que los agentes ocupan según sus hábitus. Hábitus se refiere a un sistema de disposiciones socialmente constituida que, en tanto estructuras estructuradas y estructurantes, son el principio generador unificador del conjunto de prácticas (Bourdieu apud Rozas, 2001:233).
Sin embargo, esta recuperación de Bourdieu va acompañada de una crítica. Según Rozas, ese concepto tiene una limitación cuando hace referencia a la autonomía, ya que los considera estructuras previamente determinadas, que son ocupadas por los agentes. Para Rozas, esta prefiguración anterior de posiciones reafirma una perspectiva estática de los procesos sociales en los cuales el sujeto es un agente pasivo.
La cuestión social es la dimensión principal que atraviesa y estructura el campo problemático de la profesión. Así, el concepto de intervención, definido en los términos de campo problemático, abarcará los procesos generales que adquieren particularidad en tanto están referidos a las manifestaciones de la cuestión social, que se expresa en la práctica cotidiana de los sujetos (Rozas, 2001:234).
Esta perspectiva de campo enmarca las relaciones entre sujetos, instituciones y saber profesional, donde la centralidad de la cuestión social implica direccionar los diferentes enfoques teóricos hacia su comprensión, a la vez que direccionar la intervención hacia la comprensión de la cuestión social (Rozas, 2001).
Como expresa la autora, la perspectiva teórica que desarrollamos para la comprensión de la intervención profesional en tanto campo problemático, sienta las bases de la cuestión social como apropiación teórica de la realidad. En tanto tal, no existe una lógica interna que se formalice en una metodología de intervención o en la formalización de modelos de intervención que puedan ser aplicados; su efectividad no depende de la adecuada aplicación de dichas teorías en la medida en que existe una apropiación fiel de la realidad se pueden establecer procedimientos operativos que faciliten la intervención profesional la preocupación por racionalizar o normativizar la intervención a partir de metodologías formalizadas sin el contexto de aplicación no aporta a la comprensión del campo problemático (Rozas, 2001:114).
Aquí queda explicitada la relevancia y el lugar que toma la producción de conocimiento en la perspectiva del campo problemático con relación a la propuesta del Objeto de Intervención: aquí el énfasis no recae sobre lo tecnológico o sobre la formalización de modelos sino, antes bien, sobre la importancia de que las herramientas operativas se inscriban y fundamenten en una perspectiva teórica que haga a la comprensión del campo problemático o que la intervención se constituya a partir de una comprensión crítica e histórica de la cuestión social.
En síntesis, la noción de campo problemático opera como una mediación conceptual en la relación entre la teoría social o las ciencias sociales y la intervención, como construcción de mediaciones entre la cotidianeidad de la práctica profesional y los procesos sociales.
El trabajo del concepto como urgencia política
Teresa Matus (2006) postula, para pensar el ingreso de la profesión a la contemporaneidad, la necesidad de cualificación teórica y renovación de las prácticas, para poder leer, decodificar e intervenir en una nueva complejidad social contemporánea.
Plantea que esta urgencia se torna más acuciante en el desfasaje que se da entre problemáticas complejas e intervenciones sociales simplistas o poco calificadas para enfrentar la complejidad de las problemáticas. Según la autora, superar ese desfasaje demanda un trabajo conceptual que, en términos de categorías enunciativas, pueda aprehender las facetas de las problemáticas y potenciar su superación.
Matus se refiere al trabajo del concepto como una urgencia política para el Trabajo Social, como proceso mediante el cual la producción de conocimiento contribuye a la renovación de las prácticas sociales. Este trabajo del concepto está atravesado por lo político, el contexto histórico, los niveles epistemológicos que conforman las dimensiones a partir de las cuales se refundan las prácticas sociales.
La urgencia se sustenta en la necesidad de construir un nuevo arsenal teórico que esté en condiciones de interpretar las nuevas complejidades que se presentan en el mundo contemporáneo, así como de actualizar y recrear nuevas formas de comprensión de la profesión para potenciar su intervención en este contexto.
Plantea que esta urgencia se torna más acuciante en el desfasaje que se da entre problemáticas complejas e intervenciones sociales simplistas o poco calificadas para enfrentar la complejidad de las problemáticas. Según la autora, superar ese desfasaje demanda un trabajo conceptual que, en términos de categorías enunciativas, pueda aprehender las facetas de las problemáticas y potenciar su superación.
Matus se refiere al trabajo del concepto como una urgencia política para el Trabajo Social, como proceso mediante el cual la producción de conocimiento contribuye a la renovación de las prácticas sociales. Este trabajo del concepto está atravesado por lo político, el contexto histórico, los niveles epistemológicos que conforman las dimensiones a partir de las cuales se refundan las prácticas sociales.
La urgencia se sustenta en la necesidad de construir un nuevo arsenal teórico que esté en condiciones de interpretar las nuevas complejidades que se presentan en el mundo contemporáneo, así como de actualizar y recrear nuevas formas de comprensión de la profesión para potenciar su intervención en este contexto.
En las reflexiones para desarrollar este trabajo del concepto, toma como presupuesto que no existe trabajo político del concepto sin cambiar la lógica en la cual muchas veces nos movemos cotidianamente en nuestras prácticas sociales (Matus, 2006:43). De manera que es preciso interrogar nuestras lógicas instituidas, nuestros sistemas de percepción, para configurar las prácticas sociales.
Los elementos claves para desarrollar este trabajo del concepto serían:
Los elementos claves para desarrollar este trabajo del concepto serían:
1. problematizar la vinculación entre lo abstracto y lo concreto, ya que no son categorías excluyentes o duales, sino dos dimensiones de concreción de lo real. Parafraseando a Adorno, plantea que lo concreto es lo que no existe (Matus, 2006:43), e indagar en lo que no existe permite extender los límites de lo posible. De este modo, el terreno de las posibilidades adquiere nuevos horizontes, al no reducir lo posible a lo real.
2. reconocer la incompletud, tema central en el Trabajo Social contemporáneo, ya que permanecemos anclados en pensar el Trabajo Social desde la filosofía de la conciencia (Matus, 2006:43). Esta mirada filosófica construye una idea de sujeto que la autora propone deconstruir: matar el carácter ontológico con el cual colocamos al sujeto en el Trabajo Social (Matus, 2006:43). La idea de incompletud pretende superar la reflexión sobre el sujeto como ente unívoco, organizado a partir de la razón o la conciencia.
3. develar los procesos de naturalización, los esencialismos, del pensamiento identitario: sólo si peleamos con el esencialismo, si reconocemos las claves del pensamiento identitario, pueden surgir los sujetos (Matus, 2006:59). El concepto de sujeto es una construcción, no una realidad pre-establecida, de modo que debe pensarse como una potencialidad sobre la cual se desarrolla la intervención o las prácticas sociales.
4. abandonar los planteos omnicomprensivos.
5. estar abiertos a la pluralidad conceptual, que no se reduce a tener en cuenta la existencia de otras propuestas, sino que todo concepto es más y otra cosa (Matus, 2006:53). Se refiere a la polisemia de los conceptos, donde los significados se constituyen a partir de los contextos históricos y de los enfoques teóricos desde los cuales se los utiliza.
En términos de diagnóstico sobre la producción de conocimiento en la profesión, Matus reconoce un importante aumento de éste, sobre todo a partir de las investigaciones desarrolladas en el marco del pos-grado. También manifiesta que en el continente existe una desigualdad de reconocimiento de la profesión como disciplina del conocimiento por parte de los organismos oficiales acreditados. Este escaso reconocimiento, agrega, se relaciona con las opciones de financiamiento para la investigación, lo que se presenta como una disputa política para el Trabajo Social (Matus, 2006).
La autora sostiene, como base de este trabajo del concepto, la necesidad de mantener la tensión teoría-práctica y de desechar discursos que suponen la relación teoría-práctica en términos de aplicabilidad, dicotomía, o desde una racionalidad técnica que crea totalizaciones que desvirtúan o distorsionan el desarrollo de lo real. De modo que la relación teoría-práctica, a partir de sus diferencias, se articulará de acuerdo a las demandas del proceso concreto en el cual se inscriba.
La autora sostiene, como base de este trabajo del concepto, la necesidad de mantener la tensión teoría-práctica y de desechar discursos que suponen la relación teoría-práctica en términos de aplicabilidad, dicotomía, o desde una racionalidad técnica que crea totalizaciones que desvirtúan o distorsionan el desarrollo de lo real. De modo que la relación teoría-práctica, a partir de sus diferencias, se articulará de acuerdo a las demandas del proceso concreto en el cual se inscriba.
El Trabajo Social como especialización del trabajo colectivo
Inscripta en el pensamiento marxista, Marilda Iamamoto constituye otra clave de ingreso al debate contemporáneo de la profesión. Iamamoto (1984) asume el punto de vista de la totalidad para comprender teóricamente la profesión como constituida y constituyente de las relaciones sociales en su reproducción. Desde esta posición, la realidad se configura como un proceso abierto, dinámico e históricamente constituido; totalidad significa totalidad de praxis, donde ésta no es un todo ya preparado sino que la totalidad misma se concretiza y esta concreción no es sólo creación del contenido, sino también la creación del todo (Kosik, 1967:72).
En la obra de Iamamoto (1984) Relaciones Sociales y Servicio Social adopta el principio teórico-metodológico de la totalidad, no de un modo genérico y abstracto, sino colocando los procesos que operan como mediaciones concretas a partir de las cuales la profesión se constituye particularmente y adquiere significado participando de la reproducción de las relaciones sociales. De modo que dentro de la concreción particular del ejercicio profesional influyen constitutivamente todos los procesos que configuran el trabajo, y la división social y técnica del trabajo en la sociedad capitalista, el Estado a partir de sus diferentes políticas e instituciones, las herramientas teóricas que fundamentan las estrategias de intervención profesional.
En la obra de Iamamoto (1984) Relaciones Sociales y Servicio Social adopta el principio teórico-metodológico de la totalidad, no de un modo genérico y abstracto, sino colocando los procesos que operan como mediaciones concretas a partir de las cuales la profesión se constituye particularmente y adquiere significado participando de la reproducción de las relaciones sociales. De modo que dentro de la concreción particular del ejercicio profesional influyen constitutivamente todos los procesos que configuran el trabajo, y la división social y técnica del trabajo en la sociedad capitalista, el Estado a partir de sus diferentes políticas e instituciones, las herramientas teóricas que fundamentan las estrategias de intervención profesional.
La categoría cuestión social se torna central para explicar el significado socio-histórico de la profesión, y el núcleo fundamental de la cuestión social es la contradicción capital-trabajo. Así, la profesión surge como una actividad técnica cualificada en el contexto del desarrollo de la actividad estatal sobre los conflictos desatados por la cuestión social. Para esta autora, se particulariza del resto de las prácticas sociales al configurarse como una especialización del trabajo colectivo dentro de la división socio-técnica del trabajo, ya que puede entenderse como trabajo e inserta en procesos de trabajo. La profesión se encuentra mediada en su desarrollo por el proceso de asalariamiento, por lo cual esta fuerza de trabajo especializada necesita, para concretarse, insertarse en instituciones a partir de la venta de su fuerza de trabajo (Iamamoto, 2003).
La profesión conceptualizada como trabajo especializado se diferencia de la perspectiva que la nomina como práctica profesional, por considerar el contrato salarial, la institución empleadora, las relaciones de poder, los objetivos y recursos institucionales, los procesos de trabajos y su vinculación con las exigencias socio-políticas y económicas de acumulación, son condiciones constitutivas necesarias para la efectivización del ejercicio profesional y no factores externos a él (Iamamoto, 2003).
La profesión conceptualizada como trabajo especializado se diferencia de la perspectiva que la nomina como práctica profesional, por considerar el contrato salarial, la institución empleadora, las relaciones de poder, los objetivos y recursos institucionales, los procesos de trabajos y su vinculación con las exigencias socio-políticas y económicas de acumulación, son condiciones constitutivas necesarias para la efectivización del ejercicio profesional y no factores externos a él (Iamamoto, 2003).
Así, la institución organiza los procesos de trabajo en los cuales se insertan los profesionales y es en este contexto de procesos de trabajo colectivo, en el marco de la combinación y cooperación, donde se forja su especialidad y donde se concreta su trabajo bajo la forma de servicios . Los profesionales participan en diversos procesos de trabajo donde el significado social de su actividad es diferente y merece ser analizada en su particularidad. La autora distinguirá entre el significado social del trabajo del profesional que participa del trabajo colectivo en una empresa capitalista, donde el objetivo es la producción de valor y plusvalía, y su participación en el trabajador colectivo que se articula en el Estado, en el campo de la prestación de servicios sociales .
A partir de estas mediaciones el trabajador social participa en procesos de reproducción material e ideológico-política de las relaciones sociales. Pero esta participación no anula la posibilidad de construir una autonomía relativa en la conducción del ejercicio profesional.
A partir de estas mediaciones el trabajador social participa en procesos de reproducción material e ideológico-política de las relaciones sociales. Pero esta participación no anula la posibilidad de construir una autonomía relativa en la conducción del ejercicio profesional.
Esta autonomía relativa se funda en que el ejercicio profesional reproduce intereses contrapuestos en conflicto, ya que participa tato de los mecanismos de dominación y explotación y por la misma actividad da respuestas a las necesidades de sobrevivencia de la clase trabajadora. Este conflicto y su comprensión posibilita que se construyan estrategias profesionales y políticas para fortalecer los diferentes proyectos políticos societarios vigentes, donde la posibilidad de colocarse en el horizonte de las clases subalternas no anula el carácter contradictorio y conflictivo del ejercicio profesional (Iamamoto, 1984:96).
La autonomía debe pensarse históricamente y concretamente, es condición de posibilidad de los proyectos profesionales, la misma no es un hecho inmutable, ni una condición a priori del trabajador social: dicha autonomía tiene sus fundamentos en el conflicto social y en su condensación en los espacios institucionales .
En síntesis, la producción de conocimiento y el conflicto estructural que se expresa en los procesos de reproducción social, son la base de la construcción de la autonomía relativa de la profesión. Iamamoto (2003) señala que las prácticas de producción de conocimiento constituyen un elemento estratégico para complejizar los análisis sobre la coyuntura socio-histórica, de modo de poder brindar herramientas conceptuales para intervenir en contextos particulares sin perder la perspectiva de totalidad.
La autonomía debe pensarse históricamente y concretamente, es condición de posibilidad de los proyectos profesionales, la misma no es un hecho inmutable, ni una condición a priori del trabajador social: dicha autonomía tiene sus fundamentos en el conflicto social y en su condensación en los espacios institucionales .
En síntesis, la producción de conocimiento y el conflicto estructural que se expresa en los procesos de reproducción social, son la base de la construcción de la autonomía relativa de la profesión. Iamamoto (2003) señala que las prácticas de producción de conocimiento constituyen un elemento estratégico para complejizar los análisis sobre la coyuntura socio-histórica, de modo de poder brindar herramientas conceptuales para intervenir en contextos particulares sin perder la perspectiva de totalidad.
De este modo, la investigación social encuentra su objetivo estratégico en la cualificación profesional, condición básica para construir un profesional crítico. A su vez, la producción de conocimiento opera como herramienta de contemporanización, en tanto dialoga con las transformaciones societarias.
Subraya, para cerrar, la centralidad de la investigación en la formación y en el ejercicio profesional: en la actualización docente, en la formación de nuevos investigadores y en la cualificación del ejercicio profesional. La investigación posibilita una fecunda relación entre la enseñanza de grado y pos-grado [e imprime] patrones de excelencia académica en la institución universitaria (Iamamoto, 2005:9).
Subraya, para cerrar, la centralidad de la investigación en la formación y en el ejercicio profesional: en la actualización docente, en la formación de nuevos investigadores y en la cualificación del ejercicio profesional. La investigación posibilita una fecunda relación entre la enseñanza de grado y pos-grado [e imprime] patrones de excelencia académica en la institución universitaria (Iamamoto, 2005:9).
Reflexiones finales
Si bien encontramos diferencias en las perspectivas teóricas de las autoras citadas, podemos decir que, en términos generales, existen consensos tácitos sobre el lugar y el para qué de la producción de conocimiento en la construcción de la profesión. Esos consensos tácitos serían, a nuestro entender, los siguientes:
1. La relación teoría-práctica no se enfoca en términos dicotómicos, excluyentes o de subordinación. Se reconoce que todas las prácticas sociales son constituidas por valores y conocimientos, pero que la producción de conocimiento en tanto investigación social supone una lógica constitutiva diferente a la de la intervención profesional. De modo que su relación implica diversas formas de articulación a partir de su diferencia.
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